Anécdotas (3)

Encontrar la casa en Bariloche
"Mi casa" en Bariloche
«Mi casa» en Bariloche

No creáis que es la primera vez que me ocurre algo parecido por no pararme a «repostar» a tiempo, solo que en este caso no fue por la gasolina sino por la batería del móvil. La cuestión es que llegué a Bariloche y tomé un taxi porque ya me habían advertido que la casa estaba lejos y, aunque había dos o tres autobuses que me dejaban cerca, antes tenía que tener la casa y las paradas localizadas. Ya cuando le dije al taxista la dirección y le vi que andaba preguntando a los compañeros, me preocupé un poco, pero bueno, al fin y al cabo, la única cosa barata en Argentina son los taxis así que, de lo malo… La cuestión es que el móvil se había quedado sin batería y allí era donde llevaba la dirección, con lo que se la dije de memoria pero me equivoqué en el número. Ya encontrar la calle fue un triunfo, tanto es así que el taxista apagó el taxímetro porque asumió que era él quien debía conocer la calle, lo que no por obvio sucede muy a menudo. Pero cuando por fin la encontramos, el número no aparecía. Hay una explicación y es que la numeración de las casas en Argentina no va por una numeración correlativa sino que cada cuadra son cien números independientemente de que haya un portal o veinte en ese tramo. El  porque tienen un número y no otro, eso ya es para nota, no he conseguido averiguarlo. El caso es que al no recordar el número no dábamos con la casa, y con el móvil sin batería no lo podía comprobar. A todo esto, el barrio era un barrio residencial de chalets y no había cerca ni un bar ni un establecimiento a la vista. Lo único que vi fue una comisaría, como lo leéis, así que no tenía otra alternativa. Al entrar había una policía joven, de menos de treinta años me pareció, que se sonrió ampliamente cuando le comenté la situación y me indicó un enchufe donde cargar el móvil lo suficiente como para poder comprobar el número de la calle. No sé si sabéis que la mayoría de los chistes que nosotros hacemos sobre los leperos ellos los hacen sobre los «gallegos», que es como nos llaman a los españoles seamos de donde seamos. Pues la cara con que me miró sonriente al irme me dio la impresión de reflejar algo así como un: «Gallego tenía que ser». Pues será verdad.

La camarera del zasca

imageSan Martín de los Andes es una auténtica joya. Un pueblo alemán en medio de los Andes, rodeado de lagos y montañas pero habitado por argentinos, eso sí, argentinos acostumbrados a esa paz y a esa tranquilidad que se respira en el lugar. Y un buen exponente de ello es una camarera que me atizó un gran zasca, como se dice ahora, con todo merecimiento. Hacía un día espléndido y yo estaba totalmente alucinado viendo esa maravilla de lugar, pero empezaba a sentir hambre. Eran más de las once y me había levantado muy pronto para coger el autobús en Bariloche, así que decidí entrar en una confitería grande que había frente a la playa del lago porque además tenían wifi, era domingo y podía ser un buen momento para contactar con mi familia. El caso es que me acerqué a la barra donde había una camarera jovencita, no llegaría a los veinte, muy guapa y muy sonriente, que me preguntó: «Buen día, ¿Cómo está?» (intentad ponerle acento argentino y una voz preciosa detrás). Yo, sin mirarla mucho, porque ya había aprendido que allí lo de mirar muy directo a las mujeres es solo para las que conoces, le contesté: «¿Me pones un café con leche y dos mediaslunas? (croissants)» Entonces ella, ampliando aún más su sonrisa y con una voz aún más dulce me dijo: «Buen día ¿Cómo está?». ¡¡Toma zasca!! Claro, no soy muy listo muy listo pero tampoco muy tonto muy tonto, así que me di cuenta, la miré a los ojos, le puse la mejor de mis sonrisas y le dije: «Perdona, soy un desastre, paso demasiado tiempo solo y estoy perdiendo los modales. ¿Te parece que empecemos otra vez?» La respuesta le hizo gracia y volvimos a empezar el diálogo de nuevo, esta vez con algún comentario por mi parte sobre la belleza del pueblo y de las chicas del lugar, qué menos. Me gustó la reacción de la muchacha que podía haber respondido secamente pero decidió que no se perdía nada por hacer las cosas bien. Un cielo.

La niña increíble de San Martín de los Andes

imageY esto, teniendo en cuenta además que estamos en un pueblo que se llama San Martín, no puede ser otra cosa que la presentación en sociedad de la futura novia de mi nieto. Aunque no sé, porque si la niña sigue así, de mayor puede ser uno de esos amores «que matan». Claro que ya lo dice el maestro Sabina: «Amores que matan nunca mueren». En fin, que Dios reparta suerte y que sea lo que tenga que ser. Pues la cosa empieza en un maravilloso día, como ya he dicho, al lado de un lago precioso con una playa llena de gente, en un inicio de otoño espléndido. Y aquí estoy yo, disfrutando de todo esto, cuando se me acerca una niña de unos cuatro años de la mano de un chavalito un poco mayor. Se para delante de mí y me dice: «Hola, este es mi novio». Si antes os decía lo de la voz, aquí si que tenéis que hacer un esfuerzo, por favor. El caso es que sonrío y la digo: «¡Enhorabuena! Me alegro mucho por vosotros. Espero que seáis muy felices». Ella me sonríe también y me dice: «Sí, claro.» Con toda naturalidad. Pero el remate viene cuando les miro irse tranquilamente hacia la playa, bajar las escaleras y, cuando ya están en la arena, el niño le dice algo al oído, se suelta de la mano y sale corriendo. Y entonces, corriendo detrás de él como corrían antes las niñas, ya sabéis, le grita: «¡¡Pero amooor, ese sitio que desís está releeejos!!» Cada vez que me acuerdo se me caen los palos del sombrajo. No hay defensa ante eso, si te toca una mujer así, date por muerto.

La tienda de fotos de Villa la Angostura

imageLos que siguierais el blog durante el viaje sabréis que durante unos días no pude colgar fotos porque, ignoro la razón, había perdido las fotos de casi una semana de viaje, toda la estancia en Puerto Montt y algo más. El caso es que estando paseando Villa la Angostura, pasaba por delante de una tienda de fotografía y de pronto se me ocurrió que si hay programas para recuperar archivos borrados, seguramente también para recuperar fotos borradas. Así que entré en la tienda y les pregunté a las dos dependientas. Me dijeron que sí pero que antes tenían que comprobar que los archivos estaban y que eran recuperables. Como la comprobación fue positiva les dije que adelante, pero teníamos un problema que era el horario de vuelta del autobús para Bariloche. Me acerqué a la estación y pude cambiar el billete por otro posterior, el último de vuelta. Pero claro, tenía más de dos horas por delante, así que cené, me di una vuelta por la calle principal para hacer tiempo…, y de todas formas me sobraba más de una hora. Decidí volver a la tienda y esperar allí si no tenían inconveniente. La sorpresa es que no solo no tenían inconveniente, sino que la encargada estaba preparando un viaje para julio y agosto por España, Portugal y Francia y estaba deseando poder consultar con alguien que lo conociera algunas dudas y algunas opciones que no tenía muy claras. Total, recuperé las fotos, me cobraron la mitad de lo que costaba y tuve que salir corriendo porque se me echaba la hora encima con la charla. Así que, probablemente, este verano tenga visita en mi casa. Era lo menos ¿no?



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SOBRE MI

Nací en 1953 en Carabanchel, recién incorporado al municipio de Madrid como un barrio periférico de obreros e inmigrantes, no muy distinto de lo que es ahora. Siempre me ha gustado la vida de barrio y me he identificado con él, yo que repudio fronteras, banderas e himnos más o menos por igual. Pero en el fondo sigo siendo aquel chaval al que los vecinos y las vecinas conocían como «el chico de la Antonia». Por muchos años…, sin exagerar.

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