Año nuevo en Carlos Paz

He tenido este año la oportunidad de vivir una experiencia diferente: un fin de año venezolano en Argentina. No he podido evitar la sensación de que, de alguna manera, no me correspondía, de algo ajeno a mi trayectoria vital. Una experiencia estupenda en la que me encontraba como invitado pero al mismo tiempo como espectador, dentro de una lógica cada vez más superada por la realidad. Una realidad que permite que situaciones como ésta se desarrollen con una extraña normalidad. Y no me refiero al hecho de preparar hallacas, una especie de empanadas que se cocinan envueltas en hoja de plátano, o de probar otras especialidades venezolanas, sino al hecho de compartir la experiencia de pasar una fiesta tradicional con personas que se encuentran lejos de su país y del resto de su familia por razones de necesidad. La diferencia en el caso de los venezolanos es que esa situación de necesidad tiene un componente político muy marcado que convierte a un emigrante en exiliado, de alguna manera. Yo he tenido familia emigrada, no es ninguna novedad en ese sentido, y mi yerno es boliviano, pero no lo había vivido tan conscientemente con anterioridad. Por supuesto lo pasamos muy bien, eso sin duda, es imposible que no sea así entre una gente tan alegre y tan positiva, pero tengo que ser sincero: en todo momento, mientras preparábamos la cena, con las canciones que reproducíamos desde youtube, en las fotos, los brindis y las conversaciones, durante toda la noche, Venezuela estaba ahí y la nostalgia se palpaba. Y, sobre todo, esa sensación de injusticia ante algo que ninguno de los presentes quería ni quiere: vivir fuera de su país.  Cada vez soy mas consciente de que la xenofobia es, fundamentalmente, incultura.

Feliz año nuevo!!!



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SOBRE MI

Nací en 1953 en Carabanchel, recién incorporado al municipio de Madrid como un barrio periférico de obreros e inmigrantes, no muy distinto de lo que es ahora. Siempre me ha gustado la vida de barrio y me he identificado con él, yo que repudio fronteras, banderas e himnos más o menos por igual. Pero en el fondo sigo siendo aquel chaval al que los vecinos y las vecinas conocían como «el chico de la Antonia». Por muchos años…, sin exagerar.

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