Quítate de la ventana porque voy a suspirar, mis suspiros son de fuego y te pueden abrasar. ¿Qué quieres de mi? ¿Qué quieres de mi? Si hasta el agua que yo bebo te la tengo que pedir (Zambra)
Cuando vio su reflejo ante él no se reconoció. No recordaba cuantas veces se había enjabonado las manos, pero la piel de los dedos, ya arrugada, le indicó que llevaban mucho tiempo bajo el agua del grifo. El espejo del baño le devolvió su palidez, el extraño brillo de los ojos y el temblor incontrolable del labio inferior. No era su cara. El pelo le caía sobre la frente en mechones húmedos de sudor. Intentó recordar pero su cerebro estaba en blanco. Cerró los ojos con fuerza y le pareció ver un edificio desconocido, o no. Ahora recordaba haber parado un taxi al salir de la oficina, podía visualizar la cafetería donde había desayunado, y al camarero, la mesa, la silla, un vagón de metro repleto de gente, el portal de su Seguir leyendo De escarlata y oro