
la plaza, probablemente por las fiestas locales. Naturalmente, no paró hasta que consiguió que el autobús se detuviera y los viajeros pudieran tener media hora para «echar unas piezas», con el consiguiente mal rato para él, a quien sus reacciones espontáneas ponían directamente «de los nervios».
Pero no se me olvidan sus caras disfrutando de aquel buen rato inesperado (a él, como casi siempre, el enfado se le pasó de inmediato). Yo debía de ser muy pequeño, pero he querido contar esto como un pequeño homenaje a una de las mujeres más alegres y divertidas que he conocido en mi vida…, y quizás la de peor «genio» cuando se daba el caso: mi madre.
Sin duda. Un beso.
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Que bonita historia.
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Gracias, la verdad es que tuvieron una vida muy difícil pero nos dieron una lección que no podremos olvidar, la de ser felices con muy poco. Y mi madre otra muy práctica, la de no irte a la cama nunca enfadado/a con tu mujer/marido, jajaja.
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Hermosas lecciones … si todos las practicáramos la vida sería diferente … la gente tal vez sería más feliz y el mundo iría mejor. ¡Saludos Joaquín!
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