No descubro nada si digo que la vida es muy curiosa y está llena de casualidades, de sucesos que te hacen recordar otras situaciones que has vivido y que muchas veces no tienen nada que ver, excepto algo relativamente nimio: una frase, una palabra, una imagen, un detalle…
Ayer ocurrió con una película que descubrí en mi habitual búsqueda nocturna por internet de vídeos interesantes que ver antes de acostarme. La película no tiene nada que ver conmigo, con mi vida ni con nada que me haya ocurrido nunca, al menos que yo recuerde, pero su título me llevó como en un brusco e inesperado flashback a uno de los momentos importantes de mi vida, o al menos yo lo recuerdo como tal.
El título de la película es I’ll see you in my dreams y lo escribo así, en inglés porque la película era en versión original, que yo sepa no está distribuida en España y porque si alguien lee esto, aún los que apenas saben inglés seguro que entienden el significado de esa frase.
Yo volvía de un viaje de empresa, en concreto de una convención organizada con motivo del lanzamiento de un producto que, se suponía, iba a ser muy importante para la compañía en la que trabajaba. La convención se había realizado en Sudáfrica y había sido una experiencia muy impactante para todos. Especialmente para mí. La causa, una compañera de trabajo.
Yo estaba casado, tenía dos hijos que ya eran mayores y no era la primera vez que me sentía atraído por otra mujer. Pero nunca había puesto en riesgo mi matrimonio excepto una vez, siendo muy joven y muy inexperto, por cometer el más absurdo error de mi vida: contarlo y, al hacerlo, darle a la «relación» una importancia que nunca tuvo.
Durante el viaje se había puesto a prueba varias veces, como nunca antes, mi convicción de no querer que otra persona interfiriera en mi situación de pareja. Yo tenía claro que eran cosas diferentes, y si bien era cierto que hacía tiempo que estaba convencido de que más pronto que tarde me separaría, también lo era que no quería que fuera por otra mujer, ni siquiera que lo pareciese.
Volviendo al tema de esta entrada: después de múltiples situaciones que se dieron durante el viaje en los que la tensión emocional y, por qué no decirlo, «sexual no resuelta», entre ella y yo resultaron muy difíciles de manejar, para colmo nos tocó todo el viaje de vuelta, por la noche, juntos en un lateral de dos asientos.
Por supuesto me fue imposible dormir, un torrente de sensaciones contradictorias, con su correspondiente carga de adrenalina, me estuvo recorriendo todo el cuerpo durante el viaje, a pesar de que apenas nos rozamos, lo mínimo posible en un caso como ese, porque ella tampoco pudo pegar ojo. Hoy sé que estaba sintiendo lo mismo que yo, pero en aquel momento los dos lo disimulamos gracias al recurso con el que hasta ese momento siempre habíamos superado esas situaciones: nuestro muy parecido sentido del humor.
Por eso me sorprendió que, cuando por fin llegamos a Barajas, recogimos nuestras maletas y yo me subí a mi taxi, ella me dijera antes de cerrar la puerta aquella frase que yo fingí no haber escuchado. Y lo hice porque si me hubiera dado por enterado, tendría que haber bajado del taxi y, en medio de todos, haberla besado con todas mis fuerzas y con todo mi deseo reprimido. Por esa razón, para no aceptar mi «debilidad», siempre le negué que hubiera oído, cuando me lo preguntó tiempo más tarde, sus palabras: «Te veré en mis sueños».
Pero sí, la oí, perfecta y claramente…, y entonces lo supe.