Para terminar, al menos de momento, con la etapa de Ushuaia, aparte de un mapa en el que he marcado, más o menos, las «excursiones» que he realizado por la zona, unos comentarios sobre las tres que me quedan por contar.
La primera fue al Parque Nacional Tierra del Fuego. Hay varias opciones de senderos diferentes para recorrer el parque, yo escogí el más utilizado, el de la «costanera», que bordea la orilla norte del canal de Beagle. La primera parte transcurre literalmente por la orilla del mar, a tramos entre el bosque litoral y a tramos directamente por las diferentes playas que se suceden a lo largo del recorrido. En la parte central, hay un tramo sobre la propia carretera que permite un ligero desvío para conocer el lago Roca y una estupenda pastelería, en realidad tienen de todo, donde puedes reponer fuerzas.
Desde allí, se pueden enlazar algunos senderos más cortos, bordeando ríos y pequeños lagos, hasta el final del camino y casi se podría decir que del mundo «civilizado», más allá solo hay hielo, naturaleza libre…, y la Antártida, donde se puede viajar desde Ushuaia, previa reserva realizada con un año de antelación o más, en barco o en aviones militares. Barato no es, la verdad. De hecho, en la bahía de Lapataia, donde termina el camino, termina la ruta 3, a más de tres mil kilómetros de Buenos Aires y tramo final de la carretera Panamericana que comienza en Alaska y cruza todo el continente. Las fotos lo cuentan mejor que yo, aunque siempre con las limitaciones de la fotografía a la hora de reproducir paisajes…, o las del fotógrafo, claro.
La segunda es una excursión más tranquila, a Tohluin, un pequeño pueblo a poco más de una hora de autobús que se encuentra junto al lago más grande de Tierra del Fuego, el lago Fagnano, nombre de un obispo, por cierto, ignoro sus méritos. En el recorrido hay un mirador muy interesante en el paso Garibaldi, que separa la zona de Ushuaia del resto de la isla y supone un cambio de paisaje notable, territorio plano y con pocos árboles, sobre todo una vez pasado Tohluin. Desde el paso se ve un lago precioso, Lago Escondido, no muy grande pero que dan ganas de poder conocer mejor.
Fui en domingo, y el olor a asados al aire libre llegó a ser un martirio chino pensando en mis sándwiches y el par de plátanos que me llevé para comer ese día. La sensación que da es la de un pueblo en versión segunda vivienda de esta zona, casas de madera, por supuesto, entre un bosque bastante poblado entre el pueblo y el lago. Al llegar a la orilla, fútbol, caballos, algún camping, uno de moteros, y alojamientos para turistas, pero nada que estorbe las impresionantes vistas. A partir de mediodía, se levantó un viento fuerte y frío, por lo que no pude andar todo lo que hubiera querido. Al cabo de un rato, me busqué un sitio protegido para comer. De todas formas, la ida y vuelta desde el pueblo ya supuso una buena caminata. Un café y un rato de lectura esperando el bus y vuelta a «casa».
La tercera fué a la laguna Esmeralda. Cuando veáis las fotos no os cuadrará si os digo que es una excursión «menor», pero de hecho no aparece referenciada en los mapas turísticos de Ushuaia. Hay que ponerlo en contexto, y el contexto es la cantidad de sitios espectaculares de la zona. Es una marcha de unas cuatro horas, andando muy despacio y tomando fotos, entre ida y vuelta, de hecho no me llevé comida, solo agua y un par de barritas de cereales. Me llevó Laura hasta el inicio del camino, cerca de la ciudad y, antes de salir de Ushuaia recogimos a Dani, que había salido antes para ir a un glaciar que está bastante más arriba, pero llevaba un buen rato esperando el bus que le acercara y estaba a punto de volverse a la casa. Un par de kilómetros después recogimos a un chico francés, Julien, que estaba haciendo autostop, práctica muy habitual por allí, y que nos contó que se había tomado un año sabático y llevaba ocho meses recorriendo el mundo. Empecé a subir con ellos pero cuando se empezó a poner más difícil les dije que se marcharan por delante porque ellos tenían más ritmo y además iban más lejos que yo. Así que hice una subida tranquila, haciendo fotos y muy relajado. El sitio me pareció bastante impresionante, supongo que por mi falta de costumbre de andar por semejantes lugares. Una curiosidad que veréis en las fotos, el destrozo de árboles que hacen los castores, una verdadera plaga en Ushuaia, para construir sus presas, lo que realizan como si hubieran estudiado ingeniería en la Complutense…, o en Harvard. Musho bisho.
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