No quisiera que esta entrada pusiera triste a nadie, a mí mismo tampoco, pero no puedo seguir escribiendo en este blog si no dedico un comentario a Íñigo. Sobre todo porque si no fuera por él yo no estaría por estas latitudes, muy probablemente. No digo en Argentina, porque siempre he querido venir, y hablamos muchas veces tanto de mi viaje como de sus ganas de volver, pero probablemente no habría bajado más acá de Bariloche. De hecho su entusiasmo por Ushuaia, El Calafate, Las Torres…, fue lo que me animó a llegar tan al sur, y sus ganas de ir al Chaltén, donde él no pudo, lo que me va a hacer darme la paliza «trekkinera» por excelencia, Cerro Torre y Fitz Roy. Eso fue en su último viaje de vacaciones con Maribel, si no recuerdo mal, bajaron hasta Ushuaia y volvieron hablando maravillas y con unas fotos increíbles.
Ya sé que es absurdo, pero aquí, en la tierra de Isabel Allende, para mí la mejor heredera de García Márquez y su realismo mágico, y en un lugar donde todo parece posible, quiero pensar que, de alguna manera, el ácrata cabezón, el amigo al que, en contra de mi costumbre de dejar que se pierdan casi todos los amigos que he tenido, pude recuperar del todo para disfrutar de su amistad durante los últimos años de su vida, está aquí conmigo también. Gozando incluso más que yo de estos paisajes, de las montañas, de los lagos, los glaciares, todos esos sitios donde él se movía como pez en el agua y yo me defiendo como puedo, intentando estar a la altura.
Como tú dirías con tu voz de bajo profundo: «Hmmm… Con dos cojones. Salud y anarquía».
Salud, viejo amigo. Va por ti.
Deja una respuesta