BREXIT

Esta mañana he escuchado en la radio un comentario, no recuerdo de quien, en el que el autor relataba su primera experiencia de viaje a Gran Bretaña en los primeros 80′ relacionándola con la situación post-BREXIT. Recordaba el paso por la frontera inglesa en dos filas, la de los ciudadanos de la Comunidad Europea y la del resto del Mundo. Y la sensación que le produjo de profundo deseo de salir de la segunda fila para pertenecer a la primera. Todos sabemos que esas dos filas siguen existiendo cuando se llega a cualquier país de la UE, incluido desde hace años el nuestro. Lo que ocurre es que, desde que nos permitieron entrar al Club de los «ricos», nosotros pasamos por la fila «rápida».

Mi primer viaje a Londres fue en 1973 e Inglaterra acababa de incorporarse a la, entonces, Comunidad Económica Europea. Al llegar a la aduana de Heathrow, no había dos filas, sino tres: ciudadanos de la CEE y USA, ciudadanos de países de la Commonwealth y ciudadanos del resto del Mundo, y no sé si eso ha cambiado en la actualidad, supongo que no. Pero teniendo en cuenta que hay 54 países que pertenecen a la antigua Mancomunidad Británica de Naciones, la verdad es que la sensación de sentirse un «apestado» era mucho mayor. Mientras veías pasar sin problemas a nigerianos, indios, paquistaníes o jamaicanos, los españoles, portugueses, griegos y casi todos los árabes, teníamos que esperar pacientemente nuestro turno y el poco amable interrogatorio de los funcionarios.

Alguna vez he contado que para un chaval de Carabanchel, que no llegaba a los veinte años y no sabía más que cuatro palabras en inglés aprendidas de la letra de alguna canción, viajar en los los primeros 70′ a Londres era como viajar a Marte, más o menos. Del gris de los últimos, pero tremendos, coletazos del franquismo, a la cuna del pop en pleno auge del gay power, casi nada. Y como explicaba también el comentarista de esta mañana, la multiculturalidad de aquella ciudad me dejó con la boca abierta desde el primer momento. Yo había viajado ya a Francia, Holanda, Alemania, Dinamarca y Suecia, el año anterior,

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En Estocolmo con mi prima Lil

en un increíble viaje en tren, una especie de Interrail personal antes de que existiera esa posibilidad. Pero ni siquiera en París tuve esa sensación de compartir espacio con el resto de ciudadanos del mundo que me produjo aquel Londres donde pude ver a Bowie, ¡¡¡actuando en un pub!!! O El último tango en París de Bertolucci, Brando y Maria Schneider en un cine lleno de españoles tan alucinados como yo. Y donde negros, árabes, hindúes, orientales, anglosajones y latinos convivían…, probablemente no sin tensiones, pero como en la antigua Toledo de Alfonso X, compartiendo al final espacio e ilusiones, reivindicaciones y logros…, y en aquella época setentera, como no, sexo, drogas y rock & roll.

Estoy seguro de que en Europa vamos a estar mucho mejor sin los ingleses, y siento decirlo, de verdad. Y si les acompañaran polacos, checos, austriacos y algún otro, probablemente mejor. Pero lo digo sin animadversión y con lástima, influido por la evolución histórica y por el lejano deseo de ver alguna vez, o que la vean al menos mis nietos, una Europa de los ciudadanos, unida de verdad y enfrentando los problemas solidariamente y con criterios más humanos y menos burocráticos. Como diría mi padre: «Cuanto menos bulto, más claridad».

Insisto, no lo digo con satisfacción, sino con pena, pero hay que entender que cuando en un parte meteorológico de la BBC, al explicar que el mal tiempo había obligado a cerrar las comunicaciones a través del Canal de la Mancha, la conclusión es que: «El continente ha quedado aislado»…, poco podíamos esperar los demás.



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SOBRE MI

Nací en 1953 en Carabanchel, recién incorporado al municipio de Madrid como un barrio periférico de obreros e inmigrantes, no muy distinto de lo que es ahora. Siempre me ha gustado la vida de barrio y me he identificado con él, yo que repudio fronteras, banderas e himnos más o menos por igual. Pero en el fondo sigo siendo aquel chaval al que los vecinos y las vecinas conocían como «el chico de la Antonia». Por muchos años…, sin exagerar.

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