El Calafate

Junto al lago Argentino y a unos 80 km del glaciar Perito Moreno, se considera el «pueblo de los Kirchner», porque aunque no son de aquí parece que mantienen negocios hosteleros más o menos claros y, desde luego, Cristina tiene casa aquí, lo que podría explicar que el día de mi excursión al glaciar, estoy prácticamente seguro de que Felipe González , el mismo, estaba sentado en un banco de la costanera, el paseo construido junto al lago, leyendo un libro tranquilamente. Está a orillas del lago Argentino, uno de los más grandes de América del Sur, y es un pueblo muy turístico, creado a principios de siglo pero que realmente se lleva desarrollando desde los años 70. Está a la entrada del Parque Natural de los Glaciares y sirve de base a la mayoría de las excursiones que se realizan por la zona, aunque yo, como iba a alojarme después en El Chaltén, solo hice la visita al glaciar del famoso perito.

Es un pueblo con gran animación, casas de estilo patagónico de gran nivel, solo algunas, claro, y se ve que bastantes familias de elevado estatus tienen aquí una residencia. Se celebra además todos los veranos un festival musical de cierta importancia, este año coincidió con la semana en que yo estuve. Para dar una idea, empezaba con Chayanne y terminaba con Ricky Martin, en medio grupos y solistas menos conocidos de estilos variados entre los que solo conocía a Carmela Moreno. Alguno me gustó, pero como tengo «memoria selectiva» para lo que me interesa de verdad, es un eufemismo, no recuerdo más nombres que el de Rata Blanca, un grupo heavy argentino que, aunque no es mi estilo musical preferido, me pareció que tenía bastante interés.
En principio podría decir que me sobró algún día de estancia en el sitio, pero la realidad es que no fue así, los primeros dos días por el clima y el día 25, en el que tenía prevista la visita al glaciar a mediodía, porque recibí una llamada de la agencia, poco más de una hora antes, contando que se había declarado un incendio en uno de los restaurantes del complejo y no se podía hacer la visita. Menos mal que aún me quedaba el día 26 y pude hacer la excursión con toda normalidad.

Y ahora el glaciar. No me voy a extender mucho porque, incluso con las limitaciones de la fotografía-fotógrafo, creo que las imágenes hablan por sí mismas. El lado sur se puede visitar desde el un brazo del lago que el avance del glaciar cierra cuando llega a tierra impidiendo el paso del agua de un lado a otro. Esto produce un fenómeno peculiar, una diferencia de presión a ambos lados de esa conexión que va poco a poco horadando la base y formando un puente de hielo que en este momento está en su fase inicial de formación. El continuo desgaste termina rompiendo el puente con una enorme explosión que se produce periódicamente, con varios años de intervalo, y que supone uno de los fenómenos naturales más impresionantes que se pueden observar.

La parte norte se puede «visitar» con toda tranquilidad gracias a un complejo de pasarelas a distintas alturas que permiten un recorrido por todo el frente del glaciar. De todas formas, hay algo que no se puede trasmitir con imágenes y es el sonido, tanto su ausencia como su presencia. Los momentos de silencio son impresionantes delante de esa mole de hielo que, sin embargo, está viva, muy viva. Y como tal organismo vivo, emite sonidos, sus propios sonidos: el hielo cruje casi constantemente y se oye a la perfección, también se producen explosiones, tal cuál, explosiones literalmente, algunas acompañadas de desprendimientos de hielo en la pared exterior y otras no, supongo que producidas internamente, en una especie de digestión monstruosa de no se sabe qué. Pero eso sí, belleza, pura belleza. Comparable a la impresión que sentí ante el Gran Cañón o las Pirámides, por hablar de «objetos» diferentes.

En alguna foto se ve la secuencia de uno de los desprendimientos que pude ver y que tuve la suerte de que me pillara con la cámara en la mano y justo delante de mí, porque si no es así, mientras buscas donde se está produciendo, no llegas a poder fotografiarlo. Si no puedo ahora, en cuanto pueda hacerlo colgaré también un vídeo pequeño en el que se puede apreciar con alguna dificultad, mis medios son limitados, los crujidos que el glaciar emite casi constantemente.

Dan ganas de explayarse sobre la Naturaleza y su necesaria protección o la vida y sus múltiples formas, un poco en tono animista o algo así. Como no es mi estilo no lo haré, pero ante estas realidades tan impresionantes es cierto que, de pronto, sorpresivamente, mientras disfrutas de lo que observas, sientes el peligro de que alguna vez no existan…, simplemente porque su poder es paralelo a su fragilidad.



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SOBRE MI

Nací en 1953 en Carabanchel, recién incorporado al municipio de Madrid como un barrio periférico de obreros e inmigrantes, no muy distinto de lo que es ahora. Siempre me ha gustado la vida de barrio y me he identificado con él, yo que repudio fronteras, banderas e himnos más o menos por igual. Pero en el fondo sigo siendo aquel chaval al que los vecinos y las vecinas conocían como «el chico de la Antonia». Por muchos años…, sin exagerar.

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