El mapa de la Patagonia chilena recoge una estructura costera muy irregular, con una base continental muy accidentada y miles de islas que forman una especie de barrera natural frente a las embestidas del Pacífico, que solo tiene de tal el nombre. La consecuencia es una enorme red de canales marinos con dos pasos al Atlántico, el de Magallanes y el Beagle. Unos canales con profundidades considerables, que los hacen navegables en su mayoría para embarcaciones de un cierto calado, y aguas muy frías que permiten ver, incluso muy al Norte, ballenas, leones marinos y hasta pingüinos. Todo ello al sur de Puerto Montt, mi siguiente escala del viaje. Como me gusta el mar y me gusta navegar, desde el principio quise hacer algún tipo de travesía mayor que las necesarias para cruzar un lago o un canal. Como las más largas se escapaban de mi presupuesto, encontré un punto razonable entre querer y poder en la travesía desde Puerto Chacabuco, muy cerca de Coyhaique, y Puerto Montt, más de 24 horas de viaje con una noche a bordo. El embarque se hacía a partir de las 6 de la tarde y estaba previsto salir dos horas después que, al final, se convirtieron en cuatro por lo que no pude ver la salida del propio puerto que, al estar en un fiordo muy bonito, como podéis ver en las fotos, prometía ser muy interesante. Por lo demás, el puerto de salida era un pequeño y tranquilo pueblo con uno de los hoteles más bonitos que he visto durante el viaje.
Pero la travesía durante el día siguiente compensó el retraso y la horrible noche en la litera, menos mal que, cuando planificaba el viaje, desistí de la idea de alojarme en albergues de mochileros, no pegué ojo. Antes de amanecer ya estaba en el pub del barco, en el piso de arriba esperando ver salir el sol. Y ya no hablo más, mirad las fotos.
El viaje fue muy tranquilo, el mar apenas se movía y el tiempo era bueno. Pasamos algún banco de niebla pero sin mucha importancia. Las comidas también fueron aceptables y tuve mi anécdota personal, una chica chilena, jovencita, se me acercó muy nerviosa para decirme que me parezco muchísimo a su padre, que se llama Díaz de apellido y es de origen español. Me enseñó una foto y la verdad es que aunque estaba un poco de perfil es cierto que nos parecemos mucho. El novio lo corroboró también. Volvían a la Universidad y la pobre estaba realmente asombrada. Luego comí con ellos y no paró de hacerme preguntas, aunque no me respondió con claridad a las mías y no me pareció oportuno preguntar por su relación con él. En cuanto al paisaje, aunque con alguna interferencia de las nubes, tan espectacular como esperaba: volcanes, montañas, fiordos, glaciares colgantes, en fin, pura Patagonia andina.
En resumen: una buena travesía, tranquila, con las expectativas cumplidas…, y muuucho sueño. Tal vez por eso, al llegar, me pasó lo que puede que sea la anécdota del viaje, y no me refiero a lo del parecido, pero eso es otra historia.