«… De González Catán, en colectivo, a la cancha de Boca, por Laguna…»

Me siguen viniendo a la cabeza canciones del más argentino de los cantantes españoles, supongo que es lógico estando aquí. Yo no he hecho caso y, para llegar a la Boca, he ido de Congreso a Constitución, en el subte, con transbordo en Lima. No hay metro en todo el barrio, por eso lo más cercano es el que te deja en la estación de tren de la zona sur.  Saliendo de ella, tras pasar bajo un «scalextrix» que ignoro a donde lleva, y tras unas calles un tanto destartaladas, desembocas en el Parque Lezama, una zona verde no muy grande pero muy bonita y bien cuidada que separa San Telmo de La Boca, más o menos.

Antes de nada hay que decir que el nombre del barrio tiene origen geográfico, es decir, se formó en la boca, en la desembocadura, del Riachuelo en el Río de la Plata, y allí estuvo también el primer puerto de Buenos Aires. El barrio se pobló rápidamente con inmigrantes italianos, en su gran mayoría y aún se puede ver el puente colgante, hoy con poca utilidad por el nuevo construido muy cerca, algunas ruinas y escombros de instalaciones portuarias y viviendas antiguas y hasta las vías del tren que transportaba las mercancías en ambos sentidos, del puerto a la ciudad.

Las viviendas formaban los llamados «conventillos», patios de vecinos de varias alturas donde podían vivir decenas de familias en espacios tan reducidos que los comparaban a las celdas de un convento, de ahí el nombre. Como la situación no era muy bollante, los habitantes de estas aglomeraciones forradas de chapa se las apañaban para mantener las casas lo más saneadas posibles pintando las fachadas con la pintura sobrante de los arreglos de los buques que se realizaban en los astilleros, de ahí la variedad y la intensidad de los colores. Esa costumbre se ha mantenido tanto por tradición como porque forma parte del atractivo turístico del barrio. De hecho, la calle más famosa, «Caminito», no existe, es una creación posterior a la enorme difusión del tango cantado por Gardel. Eso y las figuras situadas estratégicamente por todo el barrio ofrecen una especie de ilusión de escaparate o de representación teatral de marionetas o muñecos que forma también parte de la herencia italiana, los «tanos» como se conoce aquí a todos los de ese origen por la generalización de la última parte de la palabra «napolitano». Algo así como lo de llamarnos a todos los españoles «gallegos».

imageNo cabe duda de que el equipo de fútbol que mejor le cuadra es Boca Juniors, y no solo por el nombre, que se supone que es posterior, sino por la perfecta integración de su bicolor y llamativo estadio dentro del barrio. Las referencias a Boca y a los ídolos de Boca es permanente y se refleja en muchos lugares. Me gustaría poder asistir a algún partido en estos días, aquí y en la cancha de Racing, por lo que nos toca como atléticos. En el caso de este campo, aparte de que es un recinto mítico, por esa cosa popular y canalla que tiene este equipo a pesar de sus muchos éxitos nacionales e internacionales…, y a pesar de haber sido el equipo de Maradona, pobres, que culpa tienen ellos. Lo intenté pero había demasiada gente, a ver si tengo suerte otro día. Antes del mosaico con fotos de «La Bombonera», una muestra de la fila para sacar entrada, aquí lo de cola puede resultar conflictivo, y un ejercicio de adivinación facilito para los aficionados al fútbol: ¿Quién sobra en este grupo de figuras?

Por cierto, hoy me he enterado, dato para curiosos, que los colores de la camiseta de Boca, se deben a una apuesta: se jugaron en un partido, precisamente contra Racing, el derecho a usar la camiseta inicial, que era muy parecida en ambos equipos, y como perdieron, debieron aceptar los colores del primer barco que entrara por la dársena del puerto, y resultó que era un barco sueco. ¡¡Qué cosas!!

 

 

 

 

 

 



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SOBRE MI

Nací en 1953 en Carabanchel, recién incorporado al municipio de Madrid como un barrio periférico de obreros e inmigrantes, no muy distinto de lo que es ahora. Siempre me ha gustado la vida de barrio y me he identificado con él, yo que repudio fronteras, banderas e himnos más o menos por igual. Pero en el fondo sigo siendo aquel chaval al que los vecinos y las vecinas conocían como «el chico de la Antonia». Por muchos años…, sin exagerar.

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