No es que tenga mucha importancia, pero ya que vivimos en un país donde se «quiere» tanto a los inmigrantes en general, salvo que sean futbolistas, millonarios o ejecutivos de multinacionales, se me ha ocurrido que no estaría de más comentar que en Buenos Aires, donde todo el mundo es emigrante, o hijo o nieto de emigrantes, casi todas las semanas en que no hay otro motivo de celebración más general, se celebra en pleno centro de la ciudad, en la Avenida de Mayo, que se corta al tráfico para la ocasión, una fiesta dedicada a un colectivo determinado. En este caso me tocó la de los calabreses, el sur de Italia para entendernos. En un escenario que se monta en un lateral de la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, hay canciones y danzas de la tierra y actuaciones de grupos que recogen no sólo el folclore sino también canciones tradicionales y algunas de las que se han convertido ya en universales.
En la calle se montan diferentes puestos de todo tipo, desde improvisadas capillas, como la foto de la cabecera, hasta puestos de comida, de bebida, de ropa, de recuerdos o de música. La asistencia desde luego fue bastante amplia ese día, no deja de ser uno de los colectivos de origen más numerosos de la ciudad. Mucha gente iba ataviada con trajes típicos de las diferentes comarcas y hasta se improvisaban bailes en la calle por los propios asistentes. La verdad es que me causó muy buena impresión y creo que refleja la realidad del porteño, que por supuesto es de Buenos Aires, es más, es de la Boca, o de Recoleta o de Avellaneda, pero que no olvida que alguno de sus antepasados cercanos, en un momento determinado, llegó desde Nápoles, Ribadeo o Malmoë, por decir algo, y lo respeta profundamente.
Y ya que estaba por el centro, hice algunas fotos en el barrio de Montserrat, quizás el más español junto con San Telmo de los barrios bonaerenses. No aportan mucho a lo que ya habéis visto pero reflejan la tranquilidad de un domingo por la tarde en el centro de Bs As, como escriben aquí por todas partes.
Para rematar, entré en el café más clásico de la ciudad, el Tortoni, cuna de tertulias y tango y que ha visto pasar por sus mesas desde Borges a Galeano pasando por Gardel, Lorca o Gómez de la Serna. Hay que esperar a la puerta ya que no permiten entrar si no hay una mesa libre, curiosa pero práctica costumbre. ¿Qué pedí?, chocolate con churros, ¡toma ya!
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