La verdad es que la salida de Uyuni fue larga y complicada. Todo porque me había empeñado en conocer Arica, un pueblo chileno fronterizo con Perú y que ha sido históricamente un punto de conflicto entre los tres países que rodean su territorio, Bolivia, Perú y Chile. Durante cientos de años fue la salida natural de la plata de Potosí, sobre todo, y de parte del oro peruano, hacia España, a través del mar, el único camino posible en la época. Posteriormente, con la independencia de los países andinos, quedo incorporada a Perú, aunque Chile y Bolivia nunca dejaron de ejercer presiones para incorporar la ciudad a su territorio. De hecho hacia 1980 hubo una guerra de Chile contra Perú y Bolivia que se saldo con la victoria chilena y la definitiva incorporación del territorio a ese país. De todas formas he podido comprobar personalmente que sigue siendo un punto muy importante en la salida de los productos bolivianos al extranjero, ya no es la plata del Cerro Rico pero son todo el resto de productos que exportan, y las caravanas de camiones son interminables.
Un punto interesante también es su clima, templado todo el año, que la convierte en lo que los chilenos llaman «la ciudad de la eterna primavera». Esto la esta llevando a la explotación de los recursos turísticos y la esta convirtiendo en destino preferido de windsurfistas de todo el mundo.
Bueno, pues la curiosidad por conocer esta ciudad y utilizarla como punto de partida de mi viaje por el Sur de Perú, me llevo a la siguiente barbaridad, pensareis los que os molestéis en leer estas cosas que escribo: tomar un tren en Uyuni a medianoche para llegar a Oruro, ciudad boliviana que no despertaba ningún interés en mí, solo por el hecho de que pensaba que podría encontrar un autobús que me llevara a Arica. Bueno pues no, no hay comunicación directa entre las dos ciudades por autobús, las dos opciones que se me ofrecían eran ir por La Paz o ir por Iquique, en la costa chilena pero mas al sur. El porque de esto sigue siendo un misterio para mí y no lo entenderé nunca, creo yo, menos después de hacer el recorrido y comprobar que hay un punto intermedio entre Iquique y Arica que permitiría perfectamente subir a esta sin necesidad de bajar hasta la otra. Desde luego Huara, así se llama el lugar, esta mas cerca de Iquique, pero evitaría un par de horas de ida, otro par de horas de vuelta y un trasbordo nocturno. Ignoro si podría haberlo hecho por mi cuenta pero nadie me informo de esa posibilidad y yo no había sabido verla en mis múltiples viajes por Google Maps preparando el recorrido.
El trasbordo nocturno es en Iquique, obviamente, lo que me llevo a pasar entre tren y autobuses, con los momentos de paradas correspondientes, alrededor de treinta horas de camino, en realidad solo para empezar la segunda parte del viaje, Perú, pero así son las cosas cuando no te puedes permitir aviones y tienes que desplazarte por esos inmensos países. Además, que queréis que os diga, tiene su gracia…, y su «ni puta gracia», aunque esto solo cuando tienes que pasar las fronteras, proceso horroroso del que nos hemos librado en Europa y aunque solo fuera por eso, soy capaz de medio perdonar las putadas de la Merkel y adláteres. En este caso la frontera está entre Pichinga y Colchane, que Dios confunda. Mas de tres horas para pasar por ella. No quiero ni acordarme.
De Iquique puedo decir poco, una duna enorme entre la carretera de bajada y la ciudad, sorprende que no se la hayan cargado, supongo que quizás sea una de las atracciones de la ciudad, el barco de la foto principal, una reproducción muy bien lograda, y un par de horas cenando, bastante bien, estamos hablando de Chile aunque no sea la Patagonia, y aprovechando para contactar por WiFi con la familia.
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