Bogotá…, un tanto vacía por la Semana Santa.

Pues sí, la verdad, no creo que pueda decir que he visto la ciudad en su salsa. Había turistas, sobre todo colombianos, y bastante gente por el puro centro y en el tradicional acceso a Monserrate, una iglesia y centro turístico desde la que se domina la ciudad y que veréis, porque yo no iba a ser menos y también subí. Pero las fotos en las que se ve más gente son del puro centro y del barrio más colonial, muy céntrico también y con un nombre muy español, la Candelaria.

Y no es que yo lo diga, vais a ver una serie de fotografías de diferentes zonas de la ciudad en las que realmente parece una ciudad fantasma. Quizás por eso era inevitable una cierta sensación de inseguridad cuando te movías por zonas no tan céntricas, pero debo decir inmediatamente que al menos en mi caso, una sensación totalmente infundada.

El sábado Santo parece ser un día de subida muy tradicional al santuario, y desde luego, había muchísima gente en la subida, que además está permanentemente amenizada por todo tipo de puestos de comida y bebida. Arriba hay restaurantes y más lugares para comer y beber además del propio santuario desde cuyo púlpito, uno de los sacerdotes se empeñaba en regañar a la gente porque no mantenía el silencio y el respeto debido al día y a la celebración, por supuesto un empeño totalmente inútil. La subida no es sencilla, a pesar de las escaleras, pero ya sabemos que pueden ser una trampa para ingenuos. Son más de dos kilómetros de subida salvando un desnivel de más de quinientos metros. No es el Everest pero no está mal. De todas formas lo suben personas mayores, algunas muy mayores, familias enteras con niños pequeños, adolescentes y alguno que debe considerar una especie de deporte bajarlas luego a toda velocidad, lo que no me parece muy prudente pero que debe ser también costumbre. Cuando estaba arriba se puso a llover con fuerza, por eso la bajada la hice en el funicular que, naturalmente, estaba totalmente abarrotado. En definitiva, una experiencia interesante.

La sensación final es la de haber estado en una ciudad muy interesante pero sin haber podido apreciarla en toda su intensidad. Tiene detalles muy llamativos, como una zona cicloturista inmensa que, además, amplían los fines de semana cerrando varias avenidas. Un centro grande y muy activo, con todo tipo de tiendas y centros comerciales, también muchos puestos de comida tradicional, algunos barrios nuevos que so!o he podido entrever pero con muy buena pinta desde el punto de vista urbanístico y lo más curioso de todo porque no tenía la menor idea de que fuera así y es algo que no tiene discusión, no hay más que ver las fotos: en muchas zonas, viendo muchos de los edificios y, sobre todo, de las casas particulares, la sensación de estar mucho mas en Inglaterra que en cualquier otro país europeo, desde luego, en cuanto sales de La Candelaria, mucho más que de estar en España. Curioso pero indiscutible, decidme si no.



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SOBRE MI

Nací en 1953 en Carabanchel, recién incorporado al municipio de Madrid como un barrio periférico de obreros e inmigrantes, no muy distinto de lo que es ahora. Siempre me ha gustado la vida de barrio y me he identificado con él, yo que repudio fronteras, banderas e himnos más o menos por igual. Pero en el fondo sigo siendo aquel chaval al que los vecinos y las vecinas conocían como «el chico de la Antonia». Por muchos años…, sin exagerar.

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