En mi último viaje a Sudamérica, en una excursión desde Medellín a Guatepe y El Peñol, conocí a una pareja encantadora, Mónica y Rodrigo, colombiana y chileno. Mantenemos contacto por Facebook y hace un par de días ha sido el cumpleaños de ella y la he felicitado, naturalmente. Después, recordando nuestras conversaciones de ese día me ha dado por pensar, y me explico. Mónica, que trabajaba como enfermera en su país, hace unos meses que empacó sus cosas y marchó a Chile a vivir con Sergio, que es odontólogo. Lo que me llama la atención es que solo se habían visto dos veces, según me contaron, cuando les conocí era la segunda y no creo que les haya dado tiempo a verse otra vez dado el poco tiempo transcurrido hasta el traslado de ella. Desde luego, es una historia de auténtico bolero.
Pero esta historia me ha hecho reflexionar porque,¿cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a hacer lo mismo? De palabra sí, claro, sobre todo cuando conoces a alguien y te acabas de enamorar pero, ¿a la hora de la verdad? Dudo que mucha gente. Yo mismo no lo he hecho, y he tenido oportunidad de hacerlo. No solo eso, sino que en algún momento estaba totalmente convencido de ello. Ya, ya sé que hay muchas circunstancias que pueden influir y que no todos los casos son iguales: educación, familia, trabajo, idiomas… Pero sinceramente, creo que la mayor parte de las veces se debe simplemente a que no somos valientes, a que la razón se impone a los sentimientos…, y a que hombres y mujeres no somos iguales y no respondemos al estímulo sentimental de la misma forma. Con todas las excepciones que queramos pero es así. O al menos yo así lo veo.
Uno ya tiene sus añitos, así que no me voy a poner en plan ingenuo a estas alturas. Pero no puedo dejar de pensar que a veces conviene aparcar a un lado la experiencia y abandonarse un poco a los impulsos. Y no solo en estos casos, relacionados con el amor o, mejor dicho, con el enamoramiento que, obviamente, son cosas diferentes. No quiero exagerar, pero yo creo que el noventa por ciento de las veces, el tiempo termina demostrando aquello de que la primera impresión es la que vale. Pero nos da miedo equivocarnos, nos asusta el cambio, nos producen vértigo las decisiones que llamamos impulsivas… Y nos damos todo tipo de excusas a nosotros mismos.
Pero la vida no es fácil, no olvidemos que la primera causa de muerte es estar vivo, y que no sabemos nunca lo que nos espera al doblar la siguiente esquina de nuestra trayectoria vital. ¿Cuántas veces ocurre algo que no teníamos previsto y todos nuestros planes de futuro se van al traste? Por supuesto todo esto no dejan de ser tópicos, pero recuerdo esa hermosa canción de José Larralde que dice:
Y si mando esta advertencia ya sabida
No, no es por darle más bulto a la verseada
Es p’a aquellos que creen que p’a ser criollo
Solo basta con pulsar una encordada
Pues eso.
Deja una respuesta