Y es que, repito una vez más, este país es inmenso. Volviendo de Bariloche a Carlos Paz se cruzan casi completamente tres provincias: Río Negro, La Pampa y Córdoba, con una pequeña incursión en Neuquén para pernoctar en la capital. Las dos terceras partes del viaje son prácticamente enormes rectas, con buenas carreteras y la única precaución imprescindible es estar atento a la gasolina porque las distancias entre ciudades son muy grandes, al menos para nuestras referencias europeas. Como ya he dicho, dormimos en Neuquén la primera noche, una ciudad bastante moderna y con mucha actividad, centrada en gran medida en el petróleo pero también industrial. La segunda noche dormimos en Santa Rosa, la capital de La Pampa, una ciudad aparentemente mucho más tranquila y tradicional. En el paso por esta provincia, las estancias ganaderas, muchas de ellas asequibles a un turismo de potencial económico más bien alto, fueron las protagonistas de nuestro paisaje. Recuerdo en este sentido una ciudad, General Acha, en la que paramos a comer, donde los caballos y las instalaciones de cuidado y, supongo, exhibición y doma, son un auténtico espectáculo. La tierra del Martín Fierro, obviamente.
Aquí me pongo a cantar,
al compás de la vigüela
que al hombre que lo desvela
una pena extraordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.