Accidente casero en la Venezuela actual

No me ha ocurrido a mí, le ha ocurrido a un sobrino de mi pareja, un chico de 16 años, mientras intentaba con su padre una reparación en el automovil familiar. El coche no debía de estar bien calzado y al sacar el motor empezó a rodar hacia atrás. En ese momento, el chaval temió que pudiera aplastar a su padre e intentó sujetarlo sin ayuda. En consecuencia, una mano aplastada contra una columna, con media falange del dedo índice arrancada y las primeras de anular y medio, respectivamente, mínimamente sujetas. Un accidente muy lamentable pero que podía haber sido mucho peor.

Y aquí es donde empieza la aventura: a la busca del tratamiento médico adecuado.

Como la familia no está precisamente sobrada de recursos, la primera idea es llevar al chaval a las Urgencias del Hospital General. El médico que les atendió, les pide, lo primero, que le compren unos guantes en una farmacia porque no tienen en el centro para poder manejar la mano con la asepsia adecuada, además de gasas, vendas, antiséptico y unas medicinas que ya sabe que va a necesitar con seguridad, entre ellas un par de antibióticos.

Aquí es donde nosotros nos enteramos de lo ocurrido, ya que se pone en marcha la cadena de solidaridad familiar (¡gracias Whatsapp!), porque se supone que van a necesitar ayuda económica y otros recursos y nosotros somos los más cercanos, ya que vivimos, como ellos, en isla Margarita. Nos acercamos rapidamente al Hospital y nos cuentan la situación: después de conseguir lo que les habían pedido, al muchacho le han cosido sin más los colgajos e incluso la media falange arrancada, que recogió su padre, y le han dado cama para ingresarlo. Como no les convence mucho la solución, hace ya bastantes horas del accidente y no les ofrecen ninguna opción clara sobre la necesaria cirugía, habían encontrado un especialista de mano que trabaja en una clínica privada y que les había dado cita para media hora más tarde. Prefiero no hablar de mis sensaciones sobre lo visto en las Urgencias y en la planta del Hospital público, solo diré que mi idea de contratar un seguro privado mientras viva en este país ha dejado de ser una idea. En contra de todas mis creencias, pero así no, gracias.

El especialista les recomienda una mejor limpieza de la zona, quitar los colgajos y la media falange cosida para evitar riesgo de infección y operar lo antes posible para salvar el máximo de tejido que sea posible. Cuando advierten al médico de la situación económica de la familia, surge una posible solución nada extraña en este país y en otros muchos, me temo: el hermano de Aura estuvo en la Guardia Nacional antes de convertirse en pastor evangélico y mantiene el derecho a ser atendido en un Hospital militar. Además, el cirujano colabora con los militares operando gratuitamente de vez en cuando. La comprobación de que el director del Hospital es un antiguo compañero de armas y una llamada telefónica directa terminan de solucionarlo todo.

Por no entrar en todos los detalles, algunos bastante sorprendentes para los que no estamos acostumbrados, esto estaba ocurriendo un martes por la tarde, esa misma noche entró en el Hospital, el jueves le limpiaron la lesión, porque el miércoles tuvo algo de fiebre confirmando los temores, y el viernes el muchacho era operado satisfactoriamente. El domingo estaba en su casa para empezar su recuperación sin más complicaciones. Nosotros cocinamos para ellos durante esos días para que su madre pudiera quedarse en el hospital por las noches y todo se ha resuelto, hasta el momento, sin más incidencias. ¡Ah! Desde que pisó el nuevo centro, no han tenido que pagar absolutamente nada.

Creo que esto, nada extraño hasta donde puedo saber, demuestra, al menos, dos cosas: el embargo de medicinas y productos sanitarios a Venezuela es un auténtico crimen de lesa Humanidad; el gobierno actual se atreve a definir como socialista un sistema político en el que mandan los militares y el dinero, ya que si tienes dólares, puedes ir a una clínica privada y no te falta de nada. La oposición…, esa se merece comentario aparte.

La consecuencia más clara es un clima en el que cualquier medio es bueno para aprovecharse de las necesidades ajenas con tal de convertir en dinero una ventaja potencial, desde un puesto funcionarial a cualquier nivel de la esfera social o económica. ¡Dificil futuro!



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SOBRE MI

Nací en 1953 en Carabanchel, recién incorporado al municipio de Madrid como un barrio periférico de obreros e inmigrantes, no muy distinto de lo que es ahora. Siempre me ha gustado la vida de barrio y me he identificado con él, yo que repudio fronteras, banderas e himnos más o menos por igual. Pero en el fondo sigo siendo aquel chaval al que los vecinos y las vecinas conocían como «el chico de la Antonia». Por muchos años…, sin exagerar.

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