Otra desgracia para la cultura española. Nunca olvidaré el impacto de sus Últimas tardes con Teresa cuando lo leí siendo casi adolescente. Después he leído casi todas sus novelas y siempre ha sido un placer. Pero aquella historia que luego se llevó al cine con la bellísima y llorada Maribel Martín y el chulazo Ángel Alcazar (y la no menos bella Patricia Adriani), dirigida por Gonzalo Herralde, tiene una fuerza y un nivel de evocación que me hace volver a ella periódica e irremediablemente. Mi tocayo Sabina dice que él hubiera querido ser pirata, yo siempre he soñado con ser alguna vez ese Pijoaparte, motero, golfo y seductor, de barrio marginal y generoso a su estilo, al que la vida no le permite elegir pero que acepta su papel sin aspavientos y elegancia. Adéu Joan.
